El mundo es del Real Madrid. Eso lo sabe todo el mundo. Los blancos, con sus virtudes y sus defectos, conquistaron el Mundial de Clubes en un partido entretenido y loco frente al bullicioso Al-Hilal. Enorme partido de Vinicius, liberado de las vejaciones que sufre en la Liga, con un doblete y una asistencia. También marcó otros dos Fede Valverde. La mala noticia para los de Ancelotti fue su fragilidad defensiva que le hizo encajar tres goles más por falta de atención e intensidad que por el talento de su rival.
Ancelotti padece gerontofilia futbolística. Cuando llegan los partidos gordos, tira de galones como si estuviera en el ejército. Carletto coge la meritocracia y se la pasa de mandíbula a mandíbula como si fuera un chicle. Por no decir que se la pasa por el arco del triunfo. Él prefiere la aristocracia a la meritocracia, por eso mira el currículum y pone al que tenga más títulos. Sólo así se puede entender la alineación del Real Madrid en la final del Mundial de Clubes.
Nacho, Ceballos, Asensio y Rodrygo, cuatro de los jugadores más en forma del Real Madrid, al banquillo. Carvajal, Kroos, Modric y hasta Benzema recién aterrizado de Madrid y medio convaleciente, a jugar. Así es Ancelotti, conservador como el dueño de Cuca. Era el once que ganó la Champions al Liverpool unos meses ha sólo que sin los lesionados Courtois y Militao y sin Casemiro, que cambió el blanco por el rojo.
Venga, para no liarles enumero el asunto. Lunin; Carvajal, Rüdiger, Alaba, Camavinga; Tchouaméni, Kroos, Modric, Valverde, Vinicius y Benzema. Enfrente el Al-Hilal de Arabia Saudi, convidado inesperado a esta final del Mundial de Clubes tras bailar al Flamengo. Dicen de él los expertos que es un equipo trabajado y rocoso, con algún viejo conocido de la Liga española como Vietto.
El Real Madrid tomó el mando del partido desde el principio. Lo hizo de forma pausada e inteligente. Mantenía la posesión del balón casi al paso y buscaba distraer el entramado defensivo del Al-Hilal antes de encontrar la ocasión. Lo hizo Benzema en el 8 pero su mal remate obtuvo la coartada del fuera de juego. Cuatro minutos después no perdonaría Vinicius. La jugada, dibujada a un toque como en la Play, la cocinaron entre Benzema y Fede Valverde. Karim dio una asistencia mágica al brasileño, que atacó el espacio y se plantó ante el meta Al-Mayoof. Vinicius giró el cuerpo a un lado para atraer al portero y le batió por bajo con calma y precisión.
Paseo del Madrid
El gol espoleó al Real Madrid, que se vio superior como si jugaran los de quinto contra los de tercero. No pasaron ni cinco minutos y los de Ancelotti anotaron el segundo. Lo hizo Fede Valverde con una buena media volea dentro del área. Era su décimo gol y permitía a Ancelotti no romper el carné e irse a entrenar a Brasil. Los blancos encarrilaban la fila a las primeras de cambio.
El segundo tanto adormeció al Real Madrid, que se vio levantando el trofeo y empezaron a imaginar qué dedicatoria pondrían en Instagram. Y tanto se durmieron los de Carletto que acabaron encajando un gol en una contra que pilló a todo el mundo mal parado, especialmente a Alaba y Rüdiger, que tuvieron en sus pies dejar en fuera de juego a Marega, ese Lukaku de Hacendado. Al final, el gigantón se plantó ante Lunin y se la coló por debajo del cuerpo. Se la comió el portero ucraniano porque si uno lo compara con Courtois, como cantaba Alejandro Sanz, «no es lo mismo».
Los blancos cometieron pecado de soberbia y se relajaron en demasía. Se vieron campeones antes de tiempo y tenían la piel del oso vendida antes de haber empezado a pegar ni un tiro. El Real Madrid dosificó demasiado y se relamió de confianza. Menos mal que el Al-Hilal tampoco daba para mucho. Los minutos se fueron consumiendo y casi sin darnos cuenta nos plantamos en el descanso.
Del que volvimos con un Real Madrid algo más centrado en el partido y con menos complacencia. Cierto que con la pelota el equipo de Ancelotti jugaba al fútbol sala. Pases cortos, rasos, precisos, todos al pie. Mareaban la perdiz mientras el Al-Hilal contemplaba la belleza de ese ejercicio de juego de salón entre Kroos, Modric, Benzema y compañía.
Sentencia Benzema
En el 53 el Real Madrid encontró el tercero. Lo anotó Benzema después de una soberbia asistencia con el exterior de Vinicius, que había dibujado la pared con Camavinga. Karim sólo tuvo que embocar un pase que podría haber firmado cualquiera de los mejores centrocampistas del mundo.
Pasaron cuatro minutos y el Madrid clavó el inicio de la primera parte. Si el tercero había caído por la izquierda el cuarto cayó por la derecha. Esta vez entre Carvajal y Fede Valverde cocinaron una sucesión preciosa de paredes que. abrochó el uruguayo con un remate picado que era una pura delicatessen. Pues final resuelta.
Así que en el 60 Ancelotti sustituyó a Benzema y a un tocado Tchouaméni por Rodrygo y Ceballos, dos de los mejores futbolistas del Real Madrid desde las Navidades. Pero el Al-Hilal no había dicho su última palabra y lo hizo en forma de gol de Vietto, que se aprovechó de esa laguna gigantesca a la espalda de Alaba para batir con una sutil vaselina a Lunin, ese portero transparente.
El tanto de los árabes enfureció al Real Madrid, que marcó el quinto no con un gol normal, sino con un golazo. Lo firmo Vinicius, que sentó a un rival con una tremenda cola de vaca, se apoyó en Ceballos y batió al meta del Al-Hilal con un disparo cruzado. El partido del brasileño estaba siendo memorable, lejos de las provocaciones, los insultos, los agarrones, los tirones de pelo y demás vejaciones a las que le someten en la Liga.
Locura en Rabat
En el 73 Ancelotti dio descanso a Kroos y Modric para meter a Asensio y Nacho. La final de clubes estaba resuelta y el Real Madrid podía, ahora sí, ponerse a pensar en la Liga y sobre todo en el Liverpool. Y tanto pensó que el Al-Hilal anotó el tercero. La culpa no fue del chachachá, sino de Camavinga, que perdió una pelota estúpida y descolocó a toda la defensa. La pelota llegó a Vietto, que hizo el tercer gol con una ruleta dentro del área. La defensa del Madrid era un chiste de Arévalo: previsible y sin demasiada gracia.
Con el 5-3 en el marcador el Real Madrid dejó de hacer estupideces y se tomó los últimos minutos en serio. No pasó apuros ni agobios, que era lo que tocaba, y selló una victoria cómoda en un partido que mostró las virtudes del equipo de Ancelotti, que son muchas, pero también las costuras. Que las tiene. Como catorce Copas de Europa y ocho títulos de campeón del Mundo.